domingo, 30 de octubre de 2016

Andrés

Ese día la puerta del cuarto de Andrés estaba semi abierta, situación extraña por ser Jueves a las 7:00 de la mañana, y además porque él se asegura siempre de cerrar su habitación para que nadie nunca invada su espacio.

Pude observar a través de aquel espacio, y me asustó lo que ví, lo encontre echado mirando al cielo con los ojos cerrados, y la boca abierta, no respiraba, o al menos parecía que no lo hacía. Mi corazón se paralizó, espere 20 segundos para que se de cuenta que había alguien parado en su puerta pero nada.

Decidí gritar, "Abuelo" y nada, "Abuelo", nada. No me atreví a acercarme a tocarlo, y cuando ya iba a llorar, se despertó elegantemente como si nada, "¿Qué pasó? Me quedé dormido". No jodas abuelo, aún no te puedes morir, no me interesa que el gurú me haya dicho que el espíritu nunca muere, que cambia de dimensión pero sigue vivo, que algún día nos vamos a ver.

Cuando salió de su habitación perfectamente vestido, me dió muchas ganas de abrazarlo, de verdad, pero ya sé como es él, le incomoda el contacto físico, las únicas veces que mi abuelo me ha abrazado, han sido en mis cumpleaños y cuando me titulé. "Abuelo no puedes asustar así haciendote el muerto". "Estas loca, cada día más loca".

Andrés destruye la casa poco a poco con sus geniales ideas reparadoras, con sus geniales ideas de limpieza y sus experimentos alimenticios, que creanme no se detienen al combinar sprite con leche, ni en darle a sus nietos cucharadas de cocoa para que tengan energía, o hacernos saltar en terrenos baldíos para nuestro entrenamiento militar, que incluía subir el morro solar a pie para visitar la tumba del soldado desconocido.

"Abuelito lindo, no te mueras, siempre seré tu Heidi" Abre sus ojos como loco y luego dice, "Deja de perder el tiempo y vete a trabajar". Mientras cierro la puerta de mi casa le canto la canción de la niñita de los alpes que vivía con su abuelito y él refunfuña.